La vida te regala, y te
caduca,
como
el río, empieza y desemboca,
como
el árbol, semilla y tronco viejo.
Todo
comienza crece y se termina.
Yo
crecí contigo y tú conmigo,
nos
juntamos los dos hace… mil años
cómo
dos juncos tiernos
en
la orilla del mundo que comienza.
Y
decidimos compartir nuestros minutos
con
la ilusión de un debutante en candilejas,
crecieron
nuestros hijos,
y
al tronco le salieron ramas nuevas.
El
agua del amor hizo el milagro,
hojas
perennes, verdes, nuevas
se
añaden a las ramas que tú creas.
Es
cierto que el viento sopla fuerte
y
las ramas a veces se cimbrean,
pero
tú y yo hicimos árbol,
y
ahora en plenitud somos olivo
que
empieza a retorcerse.
Hojas
pequeñas, pero eternas,
dando la justa sombra siempre.
Hasta
que el leñador haga madera,
o venza la enfermedad
nuestras raíces,
quiero
seguir haciendo nudos
y
echando flores que den olivas verdes.